domingo, 24 de junio de 2012

Cerca De La Media Noche I

I



El hombre miró su reloj. Eran las 23:15. Había salido tarde del trabajo y su hogar quedaba a más de una hora a pie. Miró alrededor, la calle limpia, la noche pálida, ningún otro sonido más que el de su propia respiración. El cielo mantenía una inmensa luna llena rondada por blancas nubes. Inició su andar por el empedrado.

El aliento se le congelaba apenas expedido de su boca, de repente en el cruce de la calle, de reojo vio una silueta, lo pudo distinguir bien, un hombre alto, recargado en la pared, ataviado con un abrigo negro o al menos de ese color parecía entre las sombras. Sam se sintió presa del pánico pues pensó que era cualquier ladrón dispuesto a abordarlo para robarle salvajemente su pago semanal.

Se armó de valor para enfrentarlo pero cuando alzó la vista procurando no concederle tiempo para el ataque se dio cuenta de que no había nada, fue sólo su imaginación. Se sintió aliviado hasta que se le vino a la memoria la historia del hombre muerto precisamente en un atraco, que por no resignarse a entregar el sustento de sus hijos y su mujer fue apuñalado veintidós veces innecesariamente y desde entonces cobra su vida y el salario aquel con cualquier alma que ande solitaria por las calles alrededor de la media noche.

Comenzó a sudar a pesar del frío y apresuró el paso. Recapacitó y se sacudió de la cabeza esa absurda historia << ¿Cómo podría un muerto hacerle daño a un vivo? >>  Se cuestionó a sí mismo pintando una sonrisa en sus labios y se olvidó también de la amenaza del posible delincuente.

 
Volvió a mirar su reloj, las 23:58 y una espesa niebla comenzó a cubrir el camino hasta que ya no podía ver ni sus propios pies. Hacía mucho tiempo que no andaba esas veredas y mucho menos de noche, si de por sí le habría sido complicado tomar la ruta correcta, peor aún serían las cosas con esa capa de agua flotante impidiéndole sopesar sus opciones.

Quiso hacer memoria y resolvió que debería seguir tal como hasta ese momento, en la misma dirección. Vio pasar una luz no muy lejos de él y se sobresaltó dejando salir un ligero grito. Aceleró el paso, agudizó la vista pero no consiguió ver mucho más que antes. Volvió aquella luz que parecía flotar acompañada de una espeluznante  carcajada sonora, aguda, burlona. Se detuvo y comenzó a girar buscando discernir una figura, a la mujer que había reído. La frente se le perló de sudor y la boca se le puso seca hasta presentar una pasta blanquizca en la comisura de los labios. <<Buenas noches>> dijo tratando  de no mostrar en su voz el temor que sentía. A cambio recibió un empujón por la espalda que lo puso bruscamente en el suelo, giró de inmediato para mirar a su agresor pero no vio nada, lo único que pudo percibir fueron dos carcajadas más escandalosas que la anterior, esta vez eran dos voces y no una. Se incorporó y corrió con todas sus fuerzas mientras buscaba el Padre Nuestro en su mente. Se derramaban lágrimas por sus mejillas y empuñaba fuertemente el sobre con el dinero. 

Volvió a ser derribado << ¿Qué quieres de mí?>> gritó con los ojos apretados. << Hola, Sam>> recibió por respuesta. Cuando abrió los ojos ya se había despejado la niebla, no reconoció el lugar en el que estaba y tampoco vio a su interlocutora. << ¿Qué es lo que tú quieres? Pues es obvio que llegaste aquí por tus propios pies>>  Volteó para encontrarse con una mujer delgada, de ojos color miel, pelirroja, usaba un vestido del mismo color de su cabello, y su piel… su piel era completamente blanca y su mirada aterrorizaba. Sam cayó de espaldas e intentó alejarse a rastras <<No me digas que estás perdido>> chilló la mujer sarcásticamente. A lo que le siguieron al menos cuatro carcajadas similares a las anteriores, volteó en dirección de esos horribles sonidos y encontró unos monstruos similares bajando del cielo, intentó huir pero le cayeron encima. Sintió un intenso dolor en todo el cuerpo justo antes de perder el conocimiento.

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