I
El hombre miró su reloj. Eran las 23:15. Había
salido tarde del trabajo y su hogar quedaba a más de una hora a pie. Miró
alrededor, la calle limpia, la noche pálida, ningún otro sonido más que el de
su propia respiración. El cielo mantenía una inmensa luna llena rondada por
blancas nubes. Inició su andar por el empedrado.
El aliento se le congelaba apenas expedido de su
boca, de repente en el cruce de la calle, de reojo vio una silueta, lo pudo
distinguir bien, un hombre alto, recargado en la pared, ataviado con un abrigo
negro o al menos de ese color parecía entre las sombras. Sam se sintió presa
del pánico pues pensó que era cualquier ladrón dispuesto a abordarlo para
robarle salvajemente su pago semanal.
Se armó de valor para enfrentarlo pero cuando alzó
la vista procurando no concederle tiempo para el ataque se dio cuenta de que no
había nada, fue sólo su imaginación. Se sintió aliviado hasta que se le vino a
la memoria la historia del hombre muerto precisamente en un atraco, que por no
resignarse a entregar el sustento de sus hijos y su mujer fue apuñalado
veintidós veces innecesariamente y desde entonces cobra su vida y el salario
aquel con cualquier alma que ande solitaria por las calles alrededor de la
media noche.
Volvió a mirar su reloj, las 23:58 y una espesa
niebla comenzó a cubrir el camino hasta que ya no podía ver ni sus propios
pies. Hacía mucho tiempo que no andaba esas veredas y mucho menos de noche, si
de por sí le habría sido complicado tomar la ruta correcta, peor aún serían las
cosas con esa capa de agua flotante impidiéndole sopesar sus opciones.
Quiso hacer memoria y resolvió que debería seguir
tal como hasta ese momento, en la misma dirección. Vio pasar una luz no muy
lejos de él y se sobresaltó dejando salir un ligero grito. Aceleró el paso,
agudizó la vista pero no consiguió ver mucho más que antes. Volvió aquella luz
que parecía flotar acompañada de una espeluznante carcajada sonora,
aguda, burlona. Se detuvo y comenzó a girar buscando discernir una figura, a la
mujer que había reído. La frente se le perló de sudor y la boca se le puso seca
hasta presentar una pasta blanquizca en la comisura de los labios. <<Buenas
noches>> dijo tratando de no mostrar en su voz el temor que
sentía. A cambio recibió un empujón por la espalda que lo puso bruscamente en
el suelo, giró de inmediato para mirar a su agresor pero no vio nada, lo único
que pudo percibir fueron dos carcajadas más escandalosas que la anterior, esta
vez eran dos voces y no una. Se incorporó y corrió con todas sus fuerzas
mientras buscaba el Padre Nuestro en su mente. Se derramaban lágrimas por sus
mejillas y empuñaba fuertemente el sobre con el dinero.
Volvió a ser derribado <<
¿Qué quieres de mí?>> gritó con los ojos apretados. << Hola,
Sam>> recibió por respuesta. Cuando abrió los ojos ya se había
despejado la niebla, no reconoció el lugar en el que estaba y tampoco vio a su
interlocutora. << ¿Qué es lo que tú quieres? Pues es obvio que
llegaste aquí por tus propios pies>> Volteó para encontrarse
con una mujer delgada, de ojos color miel, pelirroja, usaba un vestido del
mismo color de su cabello, y su piel… su piel era completamente blanca y su
mirada aterrorizaba. Sam cayó de espaldas e intentó alejarse a rastras <<No
me digas que estás perdido>> chilló la mujer sarcásticamente. A lo
que le siguieron al menos cuatro carcajadas similares a las anteriores, volteó
en dirección de esos horribles sonidos y encontró unos monstruos similares
bajando del cielo, intentó huir pero le cayeron encima. Sintió un intenso dolor
en todo el cuerpo justo antes de perder el conocimiento.
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